[FOTOS] Carla Peterson para la Revista Rumbos

Recargada: Carla Peterson cuenta cómo será su regreso a las pantallas

Tras dos años en Washington acompañando a su pareja, el ex embajador Martín Lousteau, habla de su nueva peli sobre la crisis de los 40 y la comedia romántica que protagonizará por Telefé, su despertar político y el movimiento de mujeres que la conmueve...

Por Javier Firpo


Hay un tema bisagra por el cual el cine y el teatro vienen apostando sus fichas últimamente: se trata de la crisis que paraliza a mujeres y hombres de entre 30 y 40 años, con hijos chicos. La ficción está ahondando en la desconexión de las parejas, la imposibilidad de comunicarse y el aburrimiento que las gobierna, y en una pregunta que repiquetea en las cabezas: “¿Qué es la felicidad? ¿Fuimos padres porque lo deseamos o porque fuimos programados para serlo?”, se pregunta Carla Peterson, una de las protagonistas de Recreo, la película recientemente estrenada de Hernán Guerschuny.

“El tema que se toca es un fiel reflejo de la realidad de muchísima gente de esa franja etaria; no es mi realidad, pero sí la de un segmento que se rebela contra las responsabilidades y la familia como institución y que, de alguna manera, asume que la monogamia está en vías de extinción. También están esas otras parejas que aparentan ante sus amigos que todo luce inmaculado, pero es tan clara la tensión, que la basura asoma bajo la alfombra”, grafica la actriz.

En un momento de la película se habla de la maternidad, de si la deseamos o si somos inducidos para transitarla. ¿Qué contestarías?
Fui mamá en el momento ideal para mí. No sé si hubiera tenido todo este tiempo en otra etapa de mi vida. Deseé un hijo y formar una familia, y hoy, a los 43 años, me siento más segura. La maternidad me dio una fuerza que desconocía.

¿Te pensaste madre diez años antes?
Sí, y me hubiera angustiado más por no poder agarrar un laburo o perder la continuidad en la pantalla. Ahora no hay nada en el mundo que me guste tanto como ser mamá.

¿Pensás que los 40 es la década más difícil?
Es una década complicada porque es el codo de la vida, hay decisiones determinantes. Es una edad límite para ser madre y complicada para buscar trabajo; una década para barajar y dar de nuevo. También una etapa en la que el cuerpo te empieza a pasar factura. Pero creo que es más difícil la adolescencia porque es cuando hay que sentar las bases, elegir para dónde rumbear. A los cuarenti, tenemos un recorrido que nos permite descubrir nuevos caminos.

A los 40 surge un deseo compulsivo de querer viajar, huir, si se puede… De querer disfrutar, te diría. A los treinta y pico, cuarenta, la mayoría tiene hijos adolescentes que hay que atender, cuidar y educar; pero a la vez reaparece en los adultos un deseo de querer pasarla bien, de volver a sentirse libre, con desafíos y aventuras que eran posibles y adecuadas a los veintipico.

¿Te sentís identificada con el mensaje de la película?
Alguna empatía puede existir, me siento vinculada por mi rol de madre de un chiquito (Gaspar, de 5); pero no me veo parecida a ninguno de los personajes de Recreo, donde por momentos predomina un hartazgo hacia el otro. No me pasa, pero los comprendo.

¿Hay algo en común entre la pareja de ficción que hacés con Fernán Mirás y la que tenés en la vida real con Martín Lousteau?
(Sonrisa altisonante.) ¿La edad, quizá? Creo que Fernán es un año más grande, tiene 48. Pero después no tenemos nada que ver. No podría sostener en la realidad un vínculo como el que mantengo en la película, que es medio hipócrita, careta… En la ficción soy una madre tilinga y frívola que no tiene contacto con su hijo adolescente. Un horror.

¿Creés que en tu vida real tenés otras herramientas para no desbarrancar?
Hay un dato que no es menor: Martín y yo nos conocimos de grandes, con un camino recorrido, con una vida de aciertos y desaciertos, con virtudes y fracasos, con una experimentación que ahora, a los cuarenta y pico, no hacés. En la película, las parejas se vincularon siendo mucho más jóvenes e inexpertas.

Estás mejor plantada ante la vida.
Hasta que armé una familia con Martín yo había hecho todo lo que quería en la vida hasta entonces. No me privé de nada, viajé, viví, me consolidé como actriz; entonces, lo que sí tenía pendiente era eso, formar una familia, tenía muchas ganas.Con ese recorrido, sin asignaturas pendientes, comprometerme y tener un hijo fue algo deseado y natural.

Ahora hasta podés permitirte licenciar a la actriz.
No sé si puedo permitírmelo, qué sé yo. Es algo que me nace desde adentro, ni me lo pregunto. Pero evidentemente, sin trabajo no me quedé, más bien todo lo contrario. La verdad es que ya no busco trabajo, sino que lo elijo. Y lo digo desde el llano, no desde arriba, ufanándome. Para algo sirve tener más edad, no sólo para tener más arrugas y celulitis.

¿Temiste en algún momento que disminuyeran tu deseo de actuar?
Un poco sí, reconozco que tuve miedo, pensé que me iba a costar un montón volver a trabajar, pero me pasó todo lo contario. Tuve muchísimo trabajo. Cuando Martín (Lousteau) estaba en Washington (como Embajador en los Estados Unidos) hice cuatro viajes durante un año y medio; y en cada escapada hice un trabajo diferente. Por supuesto que labores no tan intensas (las películas Inseparables y Mamá se fue de viaje y la tira Educando a Nina). Y en cada una encontré un grupo amable, comprensivo, en el que muchos pasaron por mi situación, por lo que me contuvieron.

Te deben tratar como una diva…
Digamos que me miman y agasajan, y hacen lo posible para que tenga todas las comodidades.

¿Pesa tener a Carla Peterson en un elenco?
¡No, nada que ver! Soy una mina re simple, campechana, pasa que ahora ya no depende de mí, entonces me puedo poner un poco más vueltera y dubitativa porque hay un hijo que depende de mis tiempos.

En tus últimas apariciones actorales, gracias a tu look, tu sarcasmo e histrionismo asomaba cierto parecido a Meryl Streep.
(Interrumpe emocionada.) Quisiera parecerme a Meryl Streep en cualquier aspecto y época de su vida. Meryl es mi máxima referente como mujer, como ciudadana y como actriz. No me pierdo nada de ella, desde sus actuaciones hasta sus declaraciones. Cada vez que abre la boca da cátedra.

¿Te enteraste de ese escrache que sufrió en las calles de Los Angeles a fines de 2017, cuando se la criticó por defender al productor Harvey Weinstein?
Algo escuché, pero no me enteré qué fue puntualmente lo que sucedió.

Empapelaron las calles con carteles que decían “Ella sabía” en una imagen amistosa junto a Weinstein.
Estoy segura de que Meryl no encubriría a un personaje como ese.

Son tiempos difíciles a la hora de dar opiniones. ¿Cómo vivís este cuestionamiento permanente que hay en las redes?
Tenemos que entender que uno, por su labor pública, tiene responsabilidades y que no podemos decir cualquier cosa. En lo personal, me cuido, tomo recaudos, no es joda… Porque soy consciente de que hay alguien del otro lado que puede sentirse afectado por una opinión mía displicente, desacertada o fuera de lugar. Porque cuando ya te mandaste una macana, las disculpas que puedas pedir, tal vez, no alcanzan. Pero también es una responsabilidad de quien pregunta.

¿Te parece que quien pregunta sale mejor parado que quien responde?
Sí, absolutamente. No se mide con la misma vara la pregunta que la respuesta. En medio de una entrevista en la que se puede estar hablando de una película, te preguntan sobre un tema delicado y fuera de lugar con el fin de buscar polémica y rating, que ya a esta altura no existe… Tenemos que dejarnos de joder y pensar que si vamos a cambiar algo, debemos hacerlo todos juntos, unidos; y no pensando en ensuciar y sacar provecho.

¿Asoma la futura Carla política?
No, nada que ver. Quizá sí una mujer más sensible y comprometida.

Entonces, ¿el periodismo tiene parte de la culpa?
Una porción del periodismo te arma una nota con un tuit, y eso no es serio. Prácticamente ya no se chequea nada.

¿Pensás que se busca embarrar la cancha?
Creo que no se busca un fin positivo. Por otra parte, las peleas hay que darlas en otros lugares, no a través de Twitter, que me parece un escenario más cómodo y fácil.

¿No te agrada la vida virtual?
No me gustan los excesos de la vida virtual. No estoy en contra de la tecnología, me parece fantástica, pero vivimos con los ojos en la pantallita. Yo dije basta. Saqué el Twitter del celu. Espero mantenerme firme.

De la tele… al feminismo

Carla es locuaz, a veces habla más rápido de lo que piensa y resuelve torpezas con espontaneidad y pinceladas actorales. Comenta, por ejemplo, que su mejor papel en la vida es ser madre y que sus tiempos son para el pequeño Gaspi; y al rato sorprende contando que a fines de febrero comenzó a grabar una comedia romántica de frecuencia diaria que irá por Telefé, Cien días para enamorarse. La ficción tendrá un tridente convocante: Nancy Dupláa, Juan Minujín, Luciano Castro.

“Tenía muchas ganas de volver a la tele, la extraño”, asegura la actriz, que formó parte de Educando a Nina (2016) y protagonizó Guapas (2014). “Me gusta laburar, es más fuerte que yo. Sé que estaré a las corridas, pero antes de dar el sí me aseguré de tener todo la contención necesaria alrededor de Gaspar”, justifica.

¿No te cansaste de la tele y sus esfuerzos con lo bien que te va en el cine? (Mamá se fue de viaje fue la peli más vista de 2017)
Me pasa al revés. La extraño un montón, siempre me gustó la tele, la onda que surge en estas tiras diarias en las que terminás haciendo rutinas muy lindas con la gente que vas conociendo. A mí la tele me dio grandes satisfacciones, sobre todo, el reconocimiento del público, que es nuestro principal combustible.

Volvés a la tira diaria, con jornadas de doce horas de grabación: ¿qué te sedujo tanto de Cien días..?
Me atrajo que gente valiosa me llamara para trabajar y reconozcan lo que yo podría aportarle al nuevo programa. Me seduce, también, volver a sentir esa adrenalina que es difícil de explicar y que está por encima de todo cansancio. Y en cuanto al programa, es una comedia dramática, lo más cercano a la vida cotidiana de cualquier persona de a pie.

¿Después de cuánto volvés a trabajar con Nancy Dupláa?
Más de veinte años. Lo último que habíamos hecho juntas fue Montaña rusa, que terminó en 1995. Es el reencuentro con una amiga con quien hace mucho que quiero trabajar y no se daba la oportunidad. Las vueltas de la vida quieren que nos reencontremos con una vida armada, con maridos, hijos y un recorrido que, en aquellos años noventa, no imaginábamos.

¿Qué podés adelantar de tu personaje?
Que es una abogada, está casada hace veinte años con el personaje de Juan Minujín, con quien tiene tres hijos. Se advierte una familia ideal, una vida perfecta; pero a partir de un cambio inesperado, veremos que se trataba una fachada, algo similar a lo que se percibe en Recreo. Como la vida cotidiana, que te pone palos en la rueda o te invita a dar un volantazo en el momento menos esperado.

¿Te sorprendió lo bien que le fue a Mamá se fue de viaje?
Sí, superó ampliamente nuestras expectativas. Nunca pensamos con Diego (Peretti) y Ariel (Winograd) que podía estar entre las más vistas del país. Además, pensá que yo viví su auge con mucha efervescencia, pero estando sola, sin el grupo, porque me encontraba en Washington.

Te referías a tu paso por Washington acompañando a tu esposo, por entonces diplomático. ¿Qué fue lo más difícil de ese año y medio allá?
Yo la pasé bien, bajé unos cuantos decibeles, me visitaron mis seres queridos, viajé las veces que pude para trabajar y crié a mi hijo más tranquila. Pude estar mucho con él en un período clave de su vida. Bienvenida esa vida diferente, pero por un tiempo porque extrañaba mucho la Argentina.

¿Volvieron antes de lo pensado con Lousteau?
Él sentía que lo que había que hacer en Washington ya estaba hecho y que había que tomar la decisión de venir a la Argentina, donde hay muchas obligaciones y responsabilidades. Yo estuve de acuerdo y lo acompañé. Entendimos que por nuestras edades era el tiempo de volver al país. Todavía tenemos fuerza, Martín especialmente, para intentar cambiar las cosas que creemos que se pueden cambiar. Y más adelante, si tenemos salud y el amor perdura, ya vendrán tiempos más tranquilos para contemplar el horizonte todos juntos y en familia. Insisto: hoy es tiempo de arremangarse y enfrentar los problemas que hay en Buenos Aires, una ciudad complicada, pero en la que yo me siento más feliz y completa. Es mi lugar en el mundo. La Argentina me sorprende y me permite descubrirme cada día más.

¿Por qué lo decís?
Porque veo las reacciones de colegas de profesión y de género con las que me identifico. Hay una efervescencia, un alzamiento de mujeres que reclaman tener más voz. Y yo hoy me siento más cerca que antes, porque me descubro con otras intenciones.

No te animás a decir la palabra feminista…
Sí, sí, ¿por qué no? Yo soy feminista. Siempre lo fui, pero no lo sabía.

Quizá pensabas que la palabra feminismo era algo negativo.
Es que yo no sabía qué era ser feminista, bah, pensé que era algo más radical, hasta que busqué su significado. Nunca pensé que lo iba a tener que decir así, tan abiertamente, pero bienvenida la oportunidad.

¿Y por qué decirlo ahora?
Porque es el momento oportuno de gritar que mujeres y hombres somos iguales. Yo lo pensaba y lo vivía así, pero no lo decía.

¿No te animabas?
Me parece que la unión hace la fuerza, y la fuerza contagia fervor. Nuestra sociedad está evolucionando; hoy nos preguntamos, cuestionamos y resistimos de otra manera. Creo que es un momento bisagra y quiero estar acá para vivirlo en carne propia.














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