[NOTA y SCAN] Carla Peterson: “La comedia dramática es lo más parecido a la vida real”

De repartir volantes en el under teatral a convertirse en una de las más mimadas “chicas Suar”.  A los 38, Carla Peterson se sienta en el trono de la reina de la comedia argentina, aupada por su éxito en series como “Lalola”, “Los Pells” y “Guapas”. Una charla sobre cómo hacerse de abajo, llegar, tener un hijo a los treinta y pico, y compartir la vida con un político.


Con una sonrisa cálida y un estilo sumamente informal, Carla Peterson hace honor a la fama de "tipa piola" que existe sobre ella en el ambiente de la TV.  “A veces hay mucha solemnidad en este oficio, todo muy serio, a mí me gusta bajar los decibeles”, dice desinteresada y con su particular voz arrabalera. Revela que canta el tango como ninguna otra actriz (“que no significa que lo haga bien, eh”). “No seré morocha, pero sí una rubia tanguera admiradora de Tinta Roja y Niebla de Riachuelo”, sorprende Carla, quien para el encuentro con Rumbos luce un vestidito corto y un escote dadivoso. “Yo no quiero ser menos que nadie, vistesss”, sobreactúa con humor la actriz de Guapas  y de la película Las insoladas, dos de los hitos que (tras su hitazo en Los Pells) la están entronizando como la nueva reina de la comedia.

- No fue nada fácil conseguir esta entrevista. Sos una figurita difícil…
- Soy el premio mayor, conmigo completás el álbum (celebra su chiste). Es que no me dan los tiempos, grabo unas doce horas por día. Para este encuentro tuve que pedir un permiso especial. Ni comer tranquila puedo, nos dan unos treinta minutos y a seguir grabando Guapas.  

- ¿Te pesa esto de no tener tiempo?
- Me rompe los quinotos, y más ahora que soy madre (Gaspar, de un año y medio), por eso ando conectada al teléfono para saber si está todo en orden. Decí que en Guapas la paso bárbaro, rodeada de gente copada… Bueno, todos tuvimos madres que trabajaron y los hijos fueron felices igual, ¿no? (me consulta en busca de aceptación).

- ¿Por qué te metiste en “Guapas” pudiendo haber tomado un sabático?
- Cuando Adrián (Suar) me hizo la propuesta, de una le contesté que no, que prefería dedicarle toda mi energía a mi hijo. Siempre tan hábil y perspicaz, Adrián me dijo con su estilo persuasivo: “Si no podés, largás, no hay problema. Yo también soy padre y te entiendo... Lo que necesites me lo pedís”. Y bueno, a mí me cuesta horrores decir que no. Sobre todo para este tipo de trabajos tan atractivos.

- ¿Tal vez, te sentís medio diva en ese aspecto?
- Una reina llena de privilegios.

- ¿No te incomodan ante el resto?
- No, los agradezco.

- ¿Los merecés?
- Son años, ja. No los fui adquiriendo de un día para el otro. Hace tiempo que la vengo peleando.

- También debe haber reciprocidad. Digo, vos debés darles, servirles…
- Seguramente. Es así en este ambiente. Pero tampoco quiero quedar como una nena caprichosa. Yo cuando pido algo es porque realmente lo necesito. El sentido del compañerismo en programas como Guapas es fundamental.

- Además, hay escalafones, los actores tienen distintos grados…
- Sí, tácitos. Yo no mando más porque estoy hace más tiempo respecto del que está empezando, pero se supone que tengo algunas ventajas, como en todos lados. Me parece que es una manera de que te reconozcan el laburo.

- Y para el novato es bueno que vea que hay méritos y premios, si se hacen las cosas bien…
- Ni hablar, creo que así funciona la comunidad en una tira diaria. Siempre con respeto y obligaciones. Y te lo dice una mina como yo que arrancó de abajo, pasando por todos los lugares posibles.

- ¿Ayuda hacer todo el recorrido?
- Qué te parece. Para mí fue muy importante porque me fui armando para lo que se venía. Me fortalecí a medida que iba creciendo. Y yo disfruté siempre mi lugar. Tanto ahora como cuando tenía un bolo de dos segundos. Es movilizante advertir cómo vas creciendo… y sola, sin ninguna palanca.

- ¿Así se disfruta más?
- Yo creo que sí. ¡Qué mejor regalo que laburar y que te reconozcan!

- ¿Te sentís reconocida?
- Sí, mucho. Me siento valorada y eso es muy grato. Pensá que yo actuaba en la escuela primaria y en los actos ya decía que quería ser actriz. No trabajar en la televisión, eh, quería ser actriz.


En el film Las insoladas –que dirige Gustavo Taretto-, un grupo de amigas hace “terraza” anhelando poder viajar a alguna playa caribeña, Cuba si es posible. Hay cierta frustración entre ellas por la difícil situación económica. Sin embargo, el personaje de Carla es el más positivo. “Soy la promotora, la que tiene laburo y a la que le va más o menos bien. Y en el grupo, soy la líder, la que intenta buscarle una salida al problema. La que sugiere hacer una vaca y la que termina poniendo más plata.”

- “Las insoladas” está ambientada en la década del 90. ¿Cómo te recordás?
- Era el "uno a uno". Yo estaba en mis veintipico y quería salir, viajar, como les ocurre a las chicas en la ficción. Vivía con mis viejos y todo lo que juntaba haciendo en changas, clases de baile, teatro independiente, me lo gastaba viajando, que era la zanahoria en esa época. Viajar, aprovechar el tipo de cambio y recorrer lo más posible.

- Tu popularidad llegó con “Lalola” y con “Los exitosos Pells”, pero tuviste una importante incursión teatral…
- Sí, claro. Creo que yo me recibí de actriz en el teatro (enfatiza). En los años 90, a tono con Las insoladas, yo estudié teatro, trabajé en grupos y fui dirigida, enseñada y aconsejada por un verdadero maestro como Miguel Guerberof (fallecido en 2007). El fue quien me hizo tomar conciencia de lo que es un actor-actriz, cómo labura y cómo vive…

- Te bajó a tierra, digamos…
- Algo así. Yo con Guerberof aprendí la esencia del actor. Lo que es estudiar, investigar, romperse el lomo ensayando hasta las dos de la mañana. Nos inculcaba que el actor no tiene una piscina en su casa ni gana fortunas…Yo en esa época tenía para el bondi y no mucho más. Y no te estoy hablando de hace treinta. Me refiero a los comienzos de 2000.

- ¿Cómo te recordás?
- Feliz, con una polenta absoluta. Sin un mango, pero no me importaba porque yo quería incorporar conocimientos para volcarlos en lo que hacía por entonces (obras del off como “Todo está bien si termina bien”, “Para todos los gustos” y “El castillo de Kafka”). Yo repartía volantes para que viniera la gente. No estaban las redes sociales en las que anunciábamos “hoy función de pirulo”.

- ¿Qué es el escenario para una actriz como vos?
- El refugio, el laburo, el lugar de contención y la salud. A mí me pasa que en un escenario, o set televisivo, siento que nada malo me puede pasar. Y si estoy mal por algún motivo, el escenario cura, anestesia, abraza. Siempre me acuerdo de una frase de Vittorio Gassman: “Sobre el escenario, la muerte es lejana”. Y es tal cual.

- ¿Qué es lo que pasa ahí?
- Para el actor, es curativo. Un actor se deprime, se enferma, cuando no labura, cuando no lo llaman. Este oficio tiene eso. Es un viaje increíble, pero puede ser cruel.

- A todos nos llega en algún momento.
- Pepe Soriano dice que “la falta de trabajo es inherente al oficio de actor”.
Exacto. Está en uno ver cómo sobrellevarlo. Nunca se está preparado para que te descarten, pero las herramientas que se adquieren en el camino del comienzo, a la larga, son como armaduras que protegen.

- ¿Cómo fue que caíste en los brazos de la comedia?
- Digamos que la comedia me agarró con personajes peculiares y yo me dejé. Nos llevamos bien, me gusta el género, creo que me calza justo. Pero no quisiera estar encasillada, espero que no. Yo puedo hacer otras cosas. De todas maneras, creo que la comedia, la comedia dramática, es lo más parecido a la vida real.

- Tu Mey de “Guapas” es uno de los personajes que más sobresalen. ¿Cuánto tenés que ver en la construcción de esa criatura carente e insegura?
- Aporto algunas cosas, pero creo que Mey fue creciendo con el correr de los capítulos. Algunos latiguillos los fui sugiriendo con total libertad. “Siempre me equivoco”, “siempre elijo mal”, cositas que fueron construyendo al personaje. De todas maneras, hay un buen guión, un libro sólido, no hace falta inventar demasiado.

- ¿Cuál dirías que es tu mayor virtud como actriz?
- La intuición, el olfato. Sé cuando hay un buen proyecto. No me preguntes por qué, pero me dejo llevar por mis instintos. Confío en mis decisiones.

- ¿Sos una mujer de hacer balances profesionales?
- No, la verdad es que no suelo mirar para atrás. En nada. Yo soy un tren que avanza más lento, más rápido, pero que avanza. Lo hecho, o lo no hecho, ya fue.

- ¿Estás realizada?
- Plenamente. No tengo grandes objetivos, cuando los tenía me desilusionaba. Hoy no sabría decirte qué me desvela. Mis sueños, chiquitos, terrenales, los fui cumpliendo.


- ¿Personalmente también?
- Ni hablar. Formar una pareja (con el economista Martín Lousteau), consolidarla y tener un hijo te permite tener más confianza, más personalidad y más relajo en el laburo. Yo no estoy desesperada por tal o cual papel porque priorizo mi familia, el cuidado de mi hijo.

- En este año y medio con yapa de maternidad, ¿descubriste algo tuyo que te sorprendiera?
- Lo madraza que puedo ser. Y lo natural que terminó siendo ser madre. Porque antes yo suponía que no iba a poder, y cuando me convertí en mamá, todo se fue dando con fluidez. No necesité tomar ningún curso.

- ¿Y no te sorprendió haber terminado casándote con un político?
- La verdad es que no estaba en los planes de nadie. Cuando noviábamos, Martín no era dirigente, pero interiormente sabía que volvería a las arenas políticas.

- Se te ve impecable, tenés 38 años, ¿cómo te tiene la recta final de la década treintañera?
- Tratando de encontrar la fórmula para detener el tiempo… Yo estoy bien, me siento joven, agradable, me cuido y a los cuarenta los espero con los abrazos abiertos (“mentira”, dice por lo bajo).

- La tele puede ser muy cruel con las que tienen más de “veinti”…
- Conozco el medio y sé que hay un culto a la belleza y una exacerbación de la juventud en la televisión… Entonces hay que marcar diferencias de otra manera.

- ¿Cómo?
- Por empezar, primero yo todavía me gusto, estoy conforme con lo que refleja el espejo.

- En tiempos que se ven tantas cirugías plásticas, ¿vos probarías?
- No, no me animaría. Me da miedo. No estoy preparada para ir en contra del tiempo, sino para acompañar el paso de los años de la manera más amable posible.


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