[ENTREVISTA | FOTOS] Carla Peterson: “No me tomo tan en serio la actuación” - Revista Nueva
Por Por Juan Martínez.
Después de vivir en los Estados Unidos, Carla Peterson vuelve a protagonizar una película que ronda un tema que hoy es su prioridad: disfrutar la maternida.
“La actuación es un trabajo, pero, más que eso, es una manera de vivir”, sentencia Carla Peterson, quien hace un par de años admitió que recién estaba descubriendo de qué se trataba realmente su profesión. Una profesión que hoy confiesa no tomarse muy en serio, sobre todo desde que comprendió que los asuntos importantes se juegan en otros terrenos y con otras personas.
Recién llegada al país después de una estadía en Washington –acompañando a su marido, Martín Lousteau, en su cargo de embajador–, la actriz que se consagró con una seguidilla de hits en la pantalla chica (ver recuadro) orienta sus tiempos y traza sus objetivos alrededor de su prioridad número uno: Gaspar, su hijo de 4 años. “Aunque es un lugar que amo, no creo que, en este momento, estén dadas las condiciones para que haga teatro. Quiero estar en casa hasta que se duerma mi hijo, y no llegar tan tarde como para no verlo despierto. Cuando empiece a ir al jardín y ya no tenga que estar conmigo todas las tardes, quizá sea oportuno hacer televisión en esas horas, para no quedarme extrañándolo –define con seguridad–. En esta etapa, prefiero hacer cine, que, por otro lado, es la tecla que menos toqué hasta ahora”.
- Son períodos más cortos de trabajo...
- Sí, breves, intensos y rarísimos. La película que hice con Sebastián Wainraich (N. de la R.: Una noche de amor) la ves y decís: “Es simple, chiquita”, pero grabábamos de madrugada hasta las cinco de la mañana. Por un mes no dormí ni de noche ni de día. Me pasó en Washington de mirar un largometraje mexicano que se llama El desierto y, como ya no puedo ver cine desde otro punto de vista que no sea el profesional, pensaba: “Están locos en irse a filmar ahí”. Estaban en el medio de la nada, seguro que se instalaron allí un par de meses. Lo imagino y me pregunto: “¿Qué hago con mi hijo si estoy en esa situación?”. En la actualidad, me fijo mucho en esas cosas a la hora de aceptar o rechazar un proyecto.
- Suena a cliché, pero la maternidad te cambia la vida.
- Sí, todo se transforma. Sos otra persona, razonás distinto. Por eso, no me tomo tan en serio la actuación. Lo importante son otras cuestiones, como la educación de mi hijo, que él esté bien. Disfruto y me divierto interpretando un papel, pero mis miedos van por otro lado. Los temores que aparecen arriba del escenario pasan; los de abajo, como que él pueda ser feliz… eso sí que es en serio. Lo otro es nada. Antes ponía todo en la actuación.
Por estos días se la puede disfrutar nuevamente en acción en la pantalla grande: coprotagoniza con Diego Peretti Mamá se fue de viaje, la comedia dirigida por Ariel Winograd. Allí encarna a una madre de cuatro chicos, ama de casa, que no recibe reconocimiento de parte de su marido y decide tomarse unas vacaciones para despejarse y que su familia note en su ausencia todo lo que ella hace para llevar adelante el hogar.
“Cuando salieron los avances, me escribieron todas mis amigas diciéndome que la querían ver. ‘¡Es la historia de mi vida!’, me escribían por WhatsApp. Algo pasa con esta película, ¡el tráiler explotó! Está bueno reírse de ciertas situaciones que nos suelen pasar a todos. Los chicos que actúan son geniales. El más chiquito es el hijo de Ariel, que tenía 2 años e ¡improvisaba mejor que yo! Peretti está maravilloso. Ojo, yo también estoy genial, ¿eh?”, desliza entre risas.
- Últimamente, se hace recurrente verte en el rol de madre. ¿Cómo te sentís con eso?
- Me parece natural, creo que es parte de ir creciendo. En este proyecto tengo un hijo de 16 años, y en un inicio no voy a negar que me sorprendí: “¿Cómo me van a poner un hijo tan grande?”. Pero la verdad es que yo podría tener hijos de 20 años...
- ¿Alguna vez pensaste en no ser madre?
- Sí, se me cruzó. Tuve a mi hijo a los 38 años. No me era indiferente, pero, en rigor, lo que más me preocupaba era no haber encontrando a alguien para considerar la chance. Hasta que lo conocí a Martín.
- ¿Cómo fue la experiencia de tener un rol diplomático?
- Fue una buena oportunidad para hacer y explorar un sinfín de cosas. Yo elegí ser actriz, nunca me imaginé estar representando a mi país. Porque, si bien no tenía un cargo, era la mujer del embajador argentino, lo que me hizo relacionarme con personas de todo el mundo. Se daba una mezcla muy interesante, ya que Washington es una ciudad donde muchos están de paso, debido a sus labores en organismos internacionales y embajadas. Siempre están recibiendo y despidiendo gente.
- ¿Participaste de muchos eventos?
- Tenía la posibilidad de elegir lo que quería hacer. En mi caso, traté de estar muy conectada con las artes y la cultura, porque es en lo que me sentía capacitada para representar mejor a mi país. Todos me hablaban de nuestro cine. Yo les contaba lo que había hecho y buscaban los programas. Me fui haciendo amiga de muchas mujeres, la mayoría latinoamericanas, que se engancharon con Guapas, por ejemplo. ¡Una vio diecinueve capítulos en una noche!
- ¿Te dieron alguna especie de instructivo de cómo tiene que comportarse la mujer del embajador?
- No. Tal vez sí para un acto en una fecha patria, donde cada uno ocupa un sitio concreto, pero no me acordaba nunca de nada. Todo te lo van indicando, es muy tranquilo, nada apabullante. Cada mes se llevaban a cabo actividades importantes, como excursiones al Museo de Arte Contemporáneo, guiadas por su director.
O con el grupo de mujeres latinoamericanas armábamos reuniones en la que cada una recibía a las demás en su casa con comidas típicas de su país. Yo les proyecté la película que había estrenado con Wainraich y les conté sobre la cantidad de salas y de grupos de teatro independiente que hay en la Argentina. No tuve que investigar nada sobre ese tema porque había sido parte de eso. Y sigo siendo parte: cada vez que venía al país me metía a ver cualquier obra y salía encantada.
- ¿Seguís con esa avidez?
- Sí, tengo que organizarme un poco más porque a la noche quiero estar con mi hijo, pero es tanta la oferta… Para cubrir todo lo que me gustaría, tendría que ir a más de siete obras por semana. Con nuestro cine me pasa algo similar: disfruto de mis amigos, de los directores con los que aspiraría a trabajar, me entero de lo que se está produciendo… Es superinteresante. Siento que nací en el lugar ideal.
De regreso, se topó con Miguel Guerberof, su mentor, el maestro de actores al que menciona en cada oportunidad que se le presenta y a quien le profesa un agradecimiento eterno. “Me dio mucha independencia y confianza. Allí surgieron mis cuestionamientos más reales. Siempre manifesté mi deseo de ser actriz, pero ahí aprendí qué era lo que significaba eso. Tenía conducta, asistía a las clases, cumplía los horarios, pero empecé a asimilar otros universos, a sumergirme en las propuestas de los autores. Entendí lo que es ser parte de una compañía de teatro en la que dependés de tus compañeros, qué se necesita para actuar, cuáles son las herramientas que hay que dominar, que no tienen nada que ver con saber cantar y bailar”, repasa.
- ¿Cómo es eso de que descubriste hace solo unos años de qué se trataba tu profesión?
- Recuerdo una frase de Miguel cuando estudiaba con él: “En diez años vas a ser una actriz”. A mí me costaba creerlo. Di mis primeros pasos en teatros independientes, me animé a la televisión y un día estrené una obra con cierta seguridad –la que tiene un actor cuando estrena, que tampoco es mucha–. Ahí noté que ya sabía cómo encarar un texto, cómo prepararme para afrontarlo y resolverlo. Hice el cálculo… y habían pasado diez años de aquel vaticinio de Miguel. Ya era actriz.
- ¿Y hoy? ¿A qué conclusión llegás?
- Sigo con algunas dudas, con la incertidumbre de si se me va a ocurrir algo nuevo, si no voy a volver a hacer lo que ya hice… Las cosas me pueden salir bien o salir mal, pero ya sé cómo se hace esto.
En teatro se lució en Chicas católicas, El castillo de Kafka, Comedia, Corazón idiota, La guerra de los Roses y Venus en piel. En cine, protagonizó La ventana, El mural, Dos más dos, Las insoladas, Una noche de amor e Inseparables. Ganó tres premios Martín Fierro.
“No me tomo tan en serio la actuación”
Después de vivir en los Estados Unidos, Carla Peterson vuelve a protagonizar una película que ronda un tema que hoy es su prioridad: disfrutar la maternida.“La actuación es un trabajo, pero, más que eso, es una manera de vivir”, sentencia Carla Peterson, quien hace un par de años admitió que recién estaba descubriendo de qué se trataba realmente su profesión. Una profesión que hoy confiesa no tomarse muy en serio, sobre todo desde que comprendió que los asuntos importantes se juegan en otros terrenos y con otras personas.
Recién llegada al país después de una estadía en Washington –acompañando a su marido, Martín Lousteau, en su cargo de embajador–, la actriz que se consagró con una seguidilla de hits en la pantalla chica (ver recuadro) orienta sus tiempos y traza sus objetivos alrededor de su prioridad número uno: Gaspar, su hijo de 4 años. “Aunque es un lugar que amo, no creo que, en este momento, estén dadas las condiciones para que haga teatro. Quiero estar en casa hasta que se duerma mi hijo, y no llegar tan tarde como para no verlo despierto. Cuando empiece a ir al jardín y ya no tenga que estar conmigo todas las tardes, quizá sea oportuno hacer televisión en esas horas, para no quedarme extrañándolo –define con seguridad–. En esta etapa, prefiero hacer cine, que, por otro lado, es la tecla que menos toqué hasta ahora”.
- Son períodos más cortos de trabajo...
- Sí, breves, intensos y rarísimos. La película que hice con Sebastián Wainraich (N. de la R.: Una noche de amor) la ves y decís: “Es simple, chiquita”, pero grabábamos de madrugada hasta las cinco de la mañana. Por un mes no dormí ni de noche ni de día. Me pasó en Washington de mirar un largometraje mexicano que se llama El desierto y, como ya no puedo ver cine desde otro punto de vista que no sea el profesional, pensaba: “Están locos en irse a filmar ahí”. Estaban en el medio de la nada, seguro que se instalaron allí un par de meses. Lo imagino y me pregunto: “¿Qué hago con mi hijo si estoy en esa situación?”. En la actualidad, me fijo mucho en esas cosas a la hora de aceptar o rechazar un proyecto.
- Suena a cliché, pero la maternidad te cambia la vida.
- Sí, todo se transforma. Sos otra persona, razonás distinto. Por eso, no me tomo tan en serio la actuación. Lo importante son otras cuestiones, como la educación de mi hijo, que él esté bien. Disfruto y me divierto interpretando un papel, pero mis miedos van por otro lado. Los temores que aparecen arriba del escenario pasan; los de abajo, como que él pueda ser feliz… eso sí que es en serio. Lo otro es nada. Antes ponía todo en la actuación.
Por estos días se la puede disfrutar nuevamente en acción en la pantalla grande: coprotagoniza con Diego Peretti Mamá se fue de viaje, la comedia dirigida por Ariel Winograd. Allí encarna a una madre de cuatro chicos, ama de casa, que no recibe reconocimiento de parte de su marido y decide tomarse unas vacaciones para despejarse y que su familia note en su ausencia todo lo que ella hace para llevar adelante el hogar.
“Cuando salieron los avances, me escribieron todas mis amigas diciéndome que la querían ver. ‘¡Es la historia de mi vida!’, me escribían por WhatsApp. Algo pasa con esta película, ¡el tráiler explotó! Está bueno reírse de ciertas situaciones que nos suelen pasar a todos. Los chicos que actúan son geniales. El más chiquito es el hijo de Ariel, que tenía 2 años e ¡improvisaba mejor que yo! Peretti está maravilloso. Ojo, yo también estoy genial, ¿eh?”, desliza entre risas.
- Últimamente, se hace recurrente verte en el rol de madre. ¿Cómo te sentís con eso?
- Me parece natural, creo que es parte de ir creciendo. En este proyecto tengo un hijo de 16 años, y en un inicio no voy a negar que me sorprendí: “¿Cómo me van a poner un hijo tan grande?”. Pero la verdad es que yo podría tener hijos de 20 años...
- ¿Alguna vez pensaste en no ser madre?
- Sí, se me cruzó. Tuve a mi hijo a los 38 años. No me era indiferente, pero, en rigor, lo que más me preocupaba era no haber encontrando a alguien para considerar la chance. Hasta que lo conocí a Martín.
- ¿Cómo fue la experiencia de tener un rol diplomático?
- Fue una buena oportunidad para hacer y explorar un sinfín de cosas. Yo elegí ser actriz, nunca me imaginé estar representando a mi país. Porque, si bien no tenía un cargo, era la mujer del embajador argentino, lo que me hizo relacionarme con personas de todo el mundo. Se daba una mezcla muy interesante, ya que Washington es una ciudad donde muchos están de paso, debido a sus labores en organismos internacionales y embajadas. Siempre están recibiendo y despidiendo gente.
- ¿Participaste de muchos eventos?
- Tenía la posibilidad de elegir lo que quería hacer. En mi caso, traté de estar muy conectada con las artes y la cultura, porque es en lo que me sentía capacitada para representar mejor a mi país. Todos me hablaban de nuestro cine. Yo les contaba lo que había hecho y buscaban los programas. Me fui haciendo amiga de muchas mujeres, la mayoría latinoamericanas, que se engancharon con Guapas, por ejemplo. ¡Una vio diecinueve capítulos en una noche!
- ¿Te dieron alguna especie de instructivo de cómo tiene que comportarse la mujer del embajador?
- No. Tal vez sí para un acto en una fecha patria, donde cada uno ocupa un sitio concreto, pero no me acordaba nunca de nada. Todo te lo van indicando, es muy tranquilo, nada apabullante. Cada mes se llevaban a cabo actividades importantes, como excursiones al Museo de Arte Contemporáneo, guiadas por su director.
O con el grupo de mujeres latinoamericanas armábamos reuniones en la que cada una recibía a las demás en su casa con comidas típicas de su país. Yo les proyecté la película que había estrenado con Wainraich y les conté sobre la cantidad de salas y de grupos de teatro independiente que hay en la Argentina. No tuve que investigar nada sobre ese tema porque había sido parte de eso. Y sigo siendo parte: cada vez que venía al país me metía a ver cualquier obra y salía encantada.
- ¿Seguís con esa avidez?
- Sí, tengo que organizarme un poco más porque a la noche quiero estar con mi hijo, pero es tanta la oferta… Para cubrir todo lo que me gustaría, tendría que ir a más de siete obras por semana. Con nuestro cine me pasa algo similar: disfruto de mis amigos, de los directores con los que aspiraría a trabajar, me entero de lo que se está produciendo… Es superinteresante. Siento que nací en el lugar ideal.
Bien plantada
Aunque abrió los ojos por primera vez en Córdoba, Carla siempre estuvo radicada en Buenos Aires, donde, desde muy chica, comenzó a frecuentar círculos artísticos. En su familia no había nadie que se dedicara al arte, pero en la escuela, motivada por su amor por la danza, montaba comedias musicales junto a sus compañeras. Buscando por su cuenta (“Mamá me mandaba al colegio, pero tenía que criar tres chicos, así que si quería hacer algo extra, me lo tenía que gestionar yo”), encontró un estudio donde dio el puntapié inicial para una larga etapa de formación que, incluso, la llevó a mudarse durante un par de meses a Nueva York y Los Ángeles.De regreso, se topó con Miguel Guerberof, su mentor, el maestro de actores al que menciona en cada oportunidad que se le presenta y a quien le profesa un agradecimiento eterno. “Me dio mucha independencia y confianza. Allí surgieron mis cuestionamientos más reales. Siempre manifesté mi deseo de ser actriz, pero ahí aprendí qué era lo que significaba eso. Tenía conducta, asistía a las clases, cumplía los horarios, pero empecé a asimilar otros universos, a sumergirme en las propuestas de los autores. Entendí lo que es ser parte de una compañía de teatro en la que dependés de tus compañeros, qué se necesita para actuar, cuáles son las herramientas que hay que dominar, que no tienen nada que ver con saber cantar y bailar”, repasa.
- ¿Cómo es eso de que descubriste hace solo unos años de qué se trataba tu profesión?
- Recuerdo una frase de Miguel cuando estudiaba con él: “En diez años vas a ser una actriz”. A mí me costaba creerlo. Di mis primeros pasos en teatros independientes, me animé a la televisión y un día estrené una obra con cierta seguridad –la que tiene un actor cuando estrena, que tampoco es mucha–. Ahí noté que ya sabía cómo encarar un texto, cómo prepararme para afrontarlo y resolverlo. Hice el cálculo… y habían pasado diez años de aquel vaticinio de Miguel. Ya era actriz.
- ¿Y hoy? ¿A qué conclusión llegás?
- Sigo con algunas dudas, con la incertidumbre de si se me va a ocurrir algo nuevo, si no voy a volver a hacer lo que ya hice… Las cosas me pueden salir bien o salir mal, pero ya sé cómo se hace esto.
Mucha muchacha, mucho camino
Nacida el 6 de abril de 1974, Carla Peterson es dueña de una exitosa trayectoria en la televisión, destacándose en títulos como Son amores, La niñera, Mujeres asesinas, Sos mi vida, Lalola, Los exitosos Pells, Los únicos, En terapia, Guapas y Educando a Nina.En teatro se lució en Chicas católicas, El castillo de Kafka, Comedia, Corazón idiota, La guerra de los Roses y Venus en piel. En cine, protagonizó La ventana, El mural, Dos más dos, Las insoladas, Una noche de amor e Inseparables. Ganó tres premios Martín Fierro.
Fonte: Revista Nueva
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